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La Condesa de Chinchón María Teresa de Borbón y Vallabriga

(1780-1828)

María Teresa Josefa, segunda hija del Infante don Luis y María Teresa Vallabriga, nació en Velada (Toledo) el 26 de noviembre de 1780, en el palacio de los Condes de Altamira, aunque su familia vivía en Arenas de San Pedro. Su madre, que había perdido a su segundo hijo al poco de nacer, no quería volver a dar a luz allí.

Fue bautizada en la parroquia de Velada, figurando su primer apellido Vallabriga, ya que al igual que sus hermanos no podía utilizar el apellido Borbón.

Pasó sus cinco primeros años en Arenas de San Pedro, donde fue retratada maravillosamente por Goya. A la muerte de su padre es trasladada con su hermana María Luisa al Convento de San Clemente de Toledo. Allí permanece María Teresa doce años, hasta que reinando ya su primo Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma, ésta decide buscar una esposa que acabe con los rumores de la vida libertina de su favorito Manuel Godoy. Nadie mejor que la tierna niña, inexperta, de vida retirada, modosa y además noble, de sangre real para engrandecer a un plebeyo advenedizo. Reunía todas las cualidades para ser la esposa ideal.

A cambio, ella y su familia serían compensados por los benévolos reyes. Era tan importante para el rey Carlos IV complacer a su esposa que no parece que le importara mucho cambiar todo lo que su padre había establecido tan dura e implacablemente para su hermano Luis y sus descendientes.

Se restituiría el primer apellido Borbón a los tres hermanos y los privilegios que les correspondían por nacimiento. Serían aceptados en la corte con todos los honores de su rango. Les concedió Grandeza de España de primera clase, permitiéndoles utilizar el escudo y las armas de la familia Borbón. Había que enmendar los errores cometidos en el pasado, entre ellos modificar las inscripciones que se habían hecho en las partidas de bautismo de los hijos de don Luis con las notas correspondientes que figuraban en los libros parroquiales. Se mandó una real orden al Obispo de Avila, ordenándole que recogiese y remitiese las partidas de bautismo que existían en sus archivos relativos a los hijos del Infante don Luis, donde sólo estaba escrito el apellido de la madre; se ordenaba también que pusiese en todas las partidas en primer lugar el apellido Borbón correspondiente al padre y luego el de la madre, lo que el Obispo hizo de inmediato.

También su madre sería resarcida; el rey le permitía usar el título de Infanta y fue condecorada junto a sus dos hijas con la Orden de María Luisa.

Se concedieron pensiones a las hijas del Infante don Luis: la primera fue de 360 reales anuales, concedida por Real Orden de 2 de octubre de 1797, la segunda de 200 reales por otra Real Orden de 27 de septiembre de 1802.

El hijo mayor Luis María, que había estado en toda la negociación de la boda de su hermana, agradecía al rey desde Sevilla la concesión de tantos favores, que también a él le habían beneficiado pues en poco tiempo sería nombrado Arzobispo de Toledo y después Arzobispo de Sevilla.

La noticia de su compromiso fue recibida por María Teresa con cierta alegría, pues por fin saldría de aquel aburrido encierro, para convertirse en la esposa de un hombre importante, muy ligado a la vida pública y a la familia real, que le iba a proporcionar una vida cómoda y respetable. Además para ella fue una gran satisfacción ver cómo toda su familia, con motivo de su boda, recuperaba la dignidad perdida y era colocada en la más alta posición.

Una vez concretadas todas las cláusulas del nuevo matrimonio, se celebró la boda con toda pompa en el monasterio de El Escorial, el 2 de octubre de 1797. Pero el desencanto vendría pronto. Apenas recién casados, María Teresa pudo comprobar que su esposo, al que si no le podía exigir amor por lo menos sí respeto, no le profesaba ninguna de las dos cosas; estaba enamorado desde hacía tiempo de Pepita Tudó que convivía con ellos en la misma casa y descaradamente acudía a los actos públicos y privados con Godoy. Esta tensa situación hizo que la joven, retraída y tímida, se fuera encerrando en sí misma, acumulando un odio a su marido cada vez más intenso. Quizá su inseguridad o su escaso mundo no le permitieron sobrellevar la situación y encontrar otros horizontes en su vida que la hubieran hecho algo feliz.

La reina María Luisa, siempre entrometida en la vida de su favorito, estaba muy preocupada por la relación del matrimonio y se permitía escribir a uno y a otro, dándoles sus maternales consejos. Cuando María Teresa quedó embarazada les hizo trasladarse al Palacio Real para cuidar de ella personalmente, disponiendo que la llevaran en silla de manos para que no se fatigara pisando el entarimado o los mármoles del palacio.

El 7 de octubre de 1800 nació la única hija de los Príncipes de la Paz, Carlota Luisa. Los reyes fueron desde el Escorial para apadrinarla en una ceremonia celebrada por el gran Inquisidor en la propia habitación del rey. La madre y la hija fueron condecoradas con la Orden de María Luisa, reservada exclusivamente para Infantes.

Pero ni siquiera la llegada de su hija la hizo feliz. Godoy se seguía lamentando, en sus cartas a la reina, del mal carácter de su esposa y de sus rarezas, e incluso del poco caso que hacía a la niña, a la que él llamaba cariñosamente "la mona" y por la que sentía una debilidad enorme, pues le contaba a la reina los más pequeños detalles y gracias de su hijita. A la vez que criticaba y despreciaba a su esposa: "…pocas almas habrá tan patéticas e indiferentes…"

María Teresa no soportaba más su situación matrimonial y en 1804 intenta abandonar a su familia, viajando a Toledo en busca del apoyo de su hermano, pero la reina María Luisa le escribe una carta recriminándole su actitud, aduciendo que ninguna mujer decente se podía ir sola sin su familia.

En 1803 el Cardenal Luis María de Borbón había cedido toda su parte de la herencia paterna a su hermana María Teresa, convirtiéndola en la XV Condesa de Chinchón.

Poco años más de infelicidad conyugal le quedan a la Condesa, pues los extraordinarios acontecimientos de 1808 daban un gran giro a sus vidas. Después del Motín de Aranjuez, en el que Godoy era detenido en su palacio de Aranjuez y encarcelado, María Teresa huía a Toledo al lado de su hermano, abandonando para siempre a su odiado

esposo. Dejó a su hija con los reyes que la llevarían consigo a su exilio, donde se reuniría poco más tarde con su padre. Con la invasión de los franceses empezaba otro periodo difícil y triste para la Princesa. Ella y su hermana dejaron de percibir la renta que se les había asignado –incautadas por los enemigos- y perdieron todo lo que tenían, llegando a pasar momentos de verdadera penuria, en el que incluso tuvieron que vender sus alhajas para mantenerse.

María Teresa viviría con su hermano todos los acontecimientos políticos de la alborotada época. Desde Toledo viajaron a Andalucía. Luis María fue nombrado presidente de la Regencia en 1809 y aprobó la Constitución de Cádiz en 1812.

Pero a la vuelta de Fernando VII, el Cardenal cayó en desgracia y fue confinado en Toledo, acompañado por María Teresa, de donde sólo salieron para asistir al entierro de su madre en Zaragoza en febrero de 1820. Al no haber muchos datos, no sabemos si la Condesa volvió al palacio de Boadilla, aunque en el Archivo del Palacio Real se conserva una carta del año 1817, en la que María Teresa pide a Aranjuez árboles para sus jardines de Boadilla, por lo que se deduce que alguna temporada debió pasar en él.

El 8 de noviembre de 1821 su hija Carlota se casa en Madrid con el príncipe italiano Camilo Rúspoli Khevenhuller.

Luis María muere en marzo de 1823 y María Teresa no tiene más remedio que exiliarse en París en 1824, debido a su vinculación con los constitucionalistas y sus ideas liberales. Allí se reúne con su hermana María Luisa y el esposo de ésta, el Duque de San Fernando.

Pero en París tampoco mejoró su vida. Vivió un tortuoso romance con el coronel Mateos, que se enriqueció a su costa y la maltrataba. Pasó una verdadera crisis económica que la obligó a vender algunos cuadros y joyas familiares. Tras una larga y penosa enfermedad (cáncer de matriz) que duró cinco meses, la Condesa de Chinchón murió el 24 de noviembre de 1828. Su hermana María Luisa, que la había cuidado sin descanso, se ocupó de trasladar sus restos al Palacio de Boadilla, acompañados por el Capellán de la Embajada de España.

A los pocos días de su muerte, su viudo Manuel Godoy se casó con la que había sido su amante durante casi cuarenta años, Josefa Tudó.

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