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El Cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga

(1777-1823)

Primer hijo del Infante don Luis de Borbón y de doña María Teresa Vallabriga y Rozas. Nació en Cadalso de los Vidrios, provincia de Madrid, el 22 de mayo de 1777, en el Palacio de Villena, donde vivían sus padres desde poco después de su boda.

La llegada de su primogénito fue una inmensa alegría para el Infante, que se había casado con casi cincuenta años, después de muchísimas presiones a su hermano el rey que no le quería dar permiso.

El pequeño Luis fue retratado por Goya, al igual que su familia, durante los dos veranos que el artista pasó con la familia. Sus padres, que aunque estaban apartados de la corte siempre quisieron que su hijo se formara como un príncipe, se ocupaban personalmente de su educación. Poco después llegarían sus hermanas María Teresa y María Luisa a las que siempre estuvo muy unido.

El niño tenía como preceptor al bibliotecario de su padre D. Miguel Ramón y Linacero que le enseñaba Gramática, Matemáticas, Artes y por supuesto Música, la gran afición de su padre y de muchos de sus antepasados, Luis María aprendía a tocar el violín. Su ayo era D. Estanislao Lugo que se ocupaba de todos sus asuntos. La corte de Arenas funcionaba con todo el protocolo de una corte real, tenían criados asignados para cada tarea, incluso el niño tenía un maestro de baile, don Alexis Huard, que compartía con su hermana María Teresa y maestro de esgrima. Pero quizá el mejor mentor que tuvo Luis María fue su propio padre el Infante don Luis, que apasionado por el Arte le enseñaba sus colecciones, le hablaba de los artistas y le hacía disfrutar de tantas cosas bonitas que les rodeaban. Estas primeras visiones del mundo, debieron dejar huella en él, pues durante toda su vida fue un hombre refinado y culto como su padre, del que también posiblemente heredó su carácter tímido y retraído.

Ya hemos visto cómo al morir el Infante don Luis los niños son trasladados a Toledo: Luis María a residir en el palacio Arzobispal junto al Arzobispo Lorenzana. La nueva vida de Luis María era sencilla al igual que la de las otras personas que vivían en el palacio y sin servicio específico, puesto que Lorenzana creía que no era bueno para la educación del niño que se criara con grandes lujos.

Su educación al lado del Arzobispo fue exquisita, ya que éste era un hombre muy culto dedicado a la vida religiosa y al estudio. Lorenzana había sido muy amigo del Infante don Luis, al que estaba muy agradecido porque le debía el haber conseguido el canonicato de Toledo. Por todo ello se veía en la obligación, voluntaria y gustosa, de instruir a Luis María como hubiera deseado su padre. La influencia del Arzobispo hizo que su pupilo pronto descubriera su vocación religiosa. En 1793 Luis María tomó las órdenes sacerdotales y fue investido Arcediano de Talavera. Era el principio de una brillante carrera.

En 1794, después de interminables gestiones e incidencias relativas al testamento del Infante don Luis, Luis María consigue el título de XIV Conde de Chinchón. En efecto su padre le había nombrado en su testamentaría heredero del Condado con todas sus pertenencias y el derecho a utilizar el título fue reclamado al rey por su Defensor y Curador D. Eugenio Martínez. Pero después de una minuciosa investigación sobre si había que otorgarle o no el título, la respuesta de la Cámara del Rey fue una rotunda negativa basándose en la Pragmática Sanción de 23 de marzo de 1776 de Carlos III, donde se decía entre otras cosas:

«... en cuanto a los efectos civiles; y en su virtud, la mujer o el marido, que cause la notable desigualdad quedará privado de los títulos, honores y prerrogativas que le conceden las Leyes de estos Reinos, ni sucederán los descendientes de este matrimonio en los tales Dignidades, honores, vínculos, o bienes emanados de la Corona...»

No contento con la respuesta el Defensor de Luis María insistía de nuevo a la Cámara, argumentando que este Mayorazgo lo había adquirido el Infante con sus caudales propios por lo que debían considerarse como bienes libres y no vinculados a la corona. Este contundente razonamiento convenció por fin al rey y autorizó de inmediato que Luis María empezara a utilizar el título de Conde de Chinchón y mandó que la Cámara despachara la cédula correspondiente, para él, sus herederos y descendientes. La concesión del título había sido para Luis María un hecho más de justicia que de otra cosa ya que no sólo no iba a cambiar su vida, si no que poco después lo cedía a su hermana María Teresa, con todas sus pertenencias.

Pero en el año 1797 ocurrió un acontecimiento que sí iba a cambiar su vida y la de su familia. Sus primos Carlos IV y María Luisa habían decidido que su favorito Manuel Godoy se casara con su hermana María Teresa. Luis María fue el que llevó las negociaciones de la boda y logró grandes beneficios para toda su familia como veremos con detalle en la parte dedicada a ella. Los tres hermanos fueron titulados Grandes de España de primera clase, se les devolvía su derecho a utilizar su legítimo primer apellido Borbón y las armas de la casa real. Para él mismo también llegarían privilegios y compensaciones. De pronto emparentar con el hombre que ya empezaba a ser el más poderoso de España y ser reconocidos por fin como legítimos miembros de la familia real iba a cambiar sus destinos. Luis María recibía la Orden de Carlos III, era titulado Marqués de San Martín de la Vega y nombrado Gran Canciller de Castilla y Consejero de Estado. Su carrera eclesiástica emprendía un vertiginoso ascenso. Primero recibió la mitra toledana con sus ricas rentas y tres años después era nombrado Arzobispo de Sevilla. Con 28 años recibía de Roma el capelo cardenalicio, con el título de Santa María della Scala, que ya había llevado su padre.

Su elevación es festejada en Toledo con mucha fastuosidad. Toda la ciudad se engalana y Goya, que había pintado por primera vez a don Luis María a la edad de seis años, le retrata de nuevo luciendo la púrpura cardenalicia.

Pasan unos pocos años prósperos y tranquilos para el Cardenal Luis María, pero la omnipotencia de Manuel Godoy no habría de durar mucho y los graves acontecimientos que se avecinaban a España, de nuevo iban a cambiar radicalmente la vida del hijo del desdichado Infante don Luis.

El 17 de marzo de 1808 estalla el motín de Aranjuez que termina con el encarcelamiento de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Su hermana María Teresa, infeliz esposa del favorito, aprovecha la ocasión para abandonar a su esposo y a su única hija Carlota y se reúne con Luis María en Toledo.

Poco después los franceses invaden el territorio nacional y el ingenuo Fernando VII abdica en favor de Napoleón y éste en su hermano José I. Luis María y su hermana María Teresa huyen de Toledo a Andalucía con la comitiva de la junta Central, que había tomado el mando y estaba presidida por Floridablanca. Pero los españoles, que no se dejaban amedrentar por las tropas napoleónicas, luchaban duramente obteniendo numerosas bajas y pocos éxitos. En dos años toda la península

fue invadida por los franceses, que arrasaban a su paso, pueblos, campos y destruían iglesias y otros edificios. Los hermanos Borbón se encontraban en Cádiz, que conseguía mantenerse a salvo protegida por la armada española y la inglesa. Allí estaban reunidos los liberales que intentaban a toda costa tomar las riendas de la situación. Se constituyeron unas nuevas cortes y se dictaron numerosas leyes. Luis María ocupaba un papel relevante en todos estos acontecimientos, llegando a firmar la abolición de la Inquisición que tantos estragos había causado en España durante siglos.

El 19 de marzo de 1812 las Cortes aprueban la Constitución, popularmente conocida como "la Pepa", ya que nacía el día en que se celebraba San José. El Cardenal Borbón fue nombrado regente hasta que regresara Fernando VII, puesto que era el único miembro de la familia real que permanecía en España. La guerra continuó aún un año más, hasta que las tropas francesas eran definitivamente vencidas y Napoleón se vio obligado a firmar el tratado de Valençay, en el que reconocía a Fernando VII como rey de España. Pero las cosas ya habían cambiado para los españoles y el Consejo de Regencia con Luis María a la cabeza, no le iban a aceptar como rey hasta que no jurara la Constitución de Cádiz. Le esperaban en Madrid, pero Fernando VII se fue a Valencia buscando apoyo. Hasta allí se desplazó el Cardenal para obligarle a jurar la Constitución pero el prepotente rey le obligó a besarle la mano y rehusó el juramento. Fernando VII recuperaba el poder absoluto, derogó la Constitución de Cádiz, mandó detener a los diputados liberales, restableció la Inquisición…, era el comienzo de uno de los reinados más nefastos de la historia de España. Luis María fue obligado a retirarse a Toledo, donde conservaría su Arzobispado pero tuvo que renunciar al de Sevilla y a sus rentas. Su hermana María Teresa le acompañaba de nuevo.

Transcurrieron seis años muy duros para el pueblo, que tras la Guerra de la Independencia había quedado en la más absoluta pobreza. Conflictos y conspiraciones se sucedían en contra de tan inepto rey hasta que en 1820 los liberales al mando de Rafael Riego hacen jurar la constitución de 1812 al rey y convocan una junta provisional, presidida de nuevo por el Cardenal Borbón y como ministro de estado el Duque de San Fernando, el marido de su hermana pequeña María Luisa y cuya misión era restablecer todas las instituciones existentes antes de mayo de 1814. Esta etapa se conoce como el trienio liberal. Pero Fernando VII, que durante estos tres años no dejó de buscar apoyos internacionales para su restauración como rey absolutista, consiguió que la Santa Alianza acordase la intervención armada en España, con el objeto de acabar con los liberales. Los llamados "Cien mil hijos de San Luis" al mando del Duque de Angulema hacían su entrada en España el 7 de abril de 1823 para reponer el absolutismo de Fernando VII.

Pero para Luis María, afortunadamente ya era tarde. El 18 de marzo de 1823 había muerto en Madrid, en el palacio arzobispal que su padre había construido hacía ya muchos años, al lado de su querida iglesia de San Justo y Pastor. La muerte natural le evitó el disgusto de presenciar las terribles venganzas que el rey aplicaría a los liberales durante los años siguientes.

El primogénito del Infante don Luis fue enterrado en la sacristía de la Catedral de Toledo, donde descansa bajo un bello sepulcro esculpido en alabastro por Valeriano Salvatierra.

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